Atrapando demonios para salir a flote
Otros demonios, Sergio C. Fanjul
Premio Joven de Poesía de Asturias
por Estelle Talavera Baudet
A un paso de los 30 nada más, Sergio sabe mirar el exterior con el cristal empañado. Y su intención no es la de hurgarse en las heridas, sino la de lograr distinguir, entre mancha y mancha, alguna forma coherente ahí fuera, aunque sea un callejón lleno de cubos de basura o la acera mojada y su alcantarilla.
La poesía de Fanjul ha sido para mí un auténtico descubrimiento, un maestro del submundo que procura no esquivar lo desagradable, puesto que sencillamente está ahí: la suciedad de los seres, la entrega de cuerpos de carne y hueso, la comida que se digiere en el estómago y “la paz química” del Orfidal.
Y sin falsas ilusiones ni asomos a la inocencia, este poeta pide a voz en grito un poco de cordura, una perspectiva que le permita levantarse por la mañana y prepararse un café, o quitar con la uña la mugre de la ventana que da al exterior.
Es alguien para quien el lenguaje es “un juguete roto en nuestras bocas”, y las personas jugadores con las cartas a medio repartir, probablemente con una baraja trucada: “He aquí el hombre asustado, / su verbo indeciso, la voluntad endeble, el inútil timonel / de un barco a la deriva que es un hombre, que encalla en cada playa atraído, ebrio, por los cantos de sirena”.
El ser humano no tiene espacio para llenar los pulmones ni tiempo para el latido, vive inmerso en una carrera, una imagen que suele reproducir en varios versos: “Falta el aliento cuando se vive a la carrera, / entre el atentado y la fiesta, desde la guerra / a las páginas del libro donde algún día dormirán / estos poemas, falta el aliento y no basta el latido / de un pulmón para suplir el aire de esta hoguera.”
Es ágil en sus palabras, atrevido, camina desnudo y abre su corazón -ese que vemos en las casquerías- a través del pecho, con ambas manos. “Cruza esa luz cuervo la ventana, / pululan animales silenciosos por el cuarto, / al cerrar los ojos me deslumbro. / Mi ceguera es doble ya.” Un equilibrio perfecto entre el dolor, la aceptación y la vuelta a la superficie. Sería el hombre que se mira al espejo sabiendo que el que sale reflejado es otro que no es él, otro que intenta salir y marcharse bien lejos.
Y él es “Punk punk punk”, y sufre y se bebe la vida, y lo disfruta, a pesar de todo, aunque tenga necesidad, de vez en cuando, de ración doble de oxígeno o un diccionario ilustrado que le traduzca el mundo que se desborda. “Mi pobre corazón es pájaro y metáfora y mi pobre corazón babea a popa y mi pobre corazón se va a la mierda cuando late contra el mundo y él no cede.” Ritmo, percusión de ciudad en cada frase, su autor sería un poeta urbanita de los que no ceden, de los que celebran las frases de las entrañas porque son las únicas que no se prostituyen.
Así que nos da una de cal y otra de arena, pues mientras se intenta liberar de los demonios ocultos en todas sus paredes, parece de pronto ser el tipo del espejo que, con la moto en marcha, pretende llevarte al viaje de tu vida. Y no cabe duda de que uno se sube y se marcha con él, pues, para Sergio C. Fanjul, “No está carente de belleza / este naufragio urbano.”
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